Comentario
Cómo Roldán procuró sublevar la villa de la Concepción y entró a saco en la Isabela
Viendo Roldán que la muerte del Adelantado no se realizaba según sus deseos, y que estaba descubierta la conjuración, determinó apoderarse del pueblo y la fortaleza de la Concepción, pareciéndole que desde allí podría fácilmente someter la isla. Para la ejecución de esto le vino a propósito hallarse muy cerca de dicho pueblo, porque mientras estaba fuera el Adelantado, don Diego le había enviado con cuarenta hombres por aquella provincia, para pacificar los indios que estaban alzados, y tenían pensamiento de apoderarse de dicho lugar y matar a los cristianos. De modo que Roldán, so color de remediar esto y de quererlos castigar, reunió a su gente en la estancia de un cacique llamado Marque, para ejecutar su intento cuando hubiera ocasión. Pero como el alcaide Ballester tenía alguna sospecha, puso buena guardia en la fortaleza, e hizo saber al Adelantado el peligro en que se hallaba. Este, con gran presteza y con la gente que pudo reunir, fue pronto a meterse en la Concepción. Roldán, siendo ya descubierta claramente su conjuración, fue allí con salvoconducto, más para observar lo que podía hacer en daño del Adelantado que con deseo de llegar a un acuerdo; y con mayor desacato y desvergüenza de lo que convenía, pidió al Adelantado que hiciese echar la carabela al agua, o que le diese permiso de botarla, para que él y sus amigos la tuviesen.
De estas palabras enojósealgo el Adelantado, y le contestó que ni Roldán ni sus amigos eran marineros, ni sabían lo que en tal caso fuese razonable y necesario; y que aunque pudiesen echarla al agua, no podrían navegar con ella, por falta de jarcias y de otros aparejos; y que todo esto sería poner en peligro la gente y la carabela. Pero, aunque el Adelantado sabía esto por ser hombre de mar, ellos no lo entendían, por no ser marineros, y seguían diversos pareceres. Pasadas ésta y otras disputas, Roldán se marchó airado sin dejar la vara ni estar a juicio, como le mandaba el Adelantado, diciendo que ambas cosas las haría cuando el Rey, por quien estaba en la isla, se lo mandase, pues sabía que por medio del Adelantado no se le haría justicia por el odio que le tenía; pero que, a tuerto o a derecho, buscaría ocasión de matarlo o de hacerle algún insulto; y en tanto, por hacer lo que la razón pedía, se iría a establecer donde se le mandara. Pero señalándole el Adelantado, para su residencia, el pueblo del cacique Diego Colón, lo rehusó, diciendo que allí no tendría vituallas para los suyos, y que él buscaría un lugar más acomodado.
Luego tomó el camino de la Isabela, y juntándose con sesenta y cinco de los suyos, viendo que no podía echar al agua la carabela, saqueó la alhóndiga, tomando él y sus partidarios las armas, los paños y las vituallas que quisieron, sin que don Diego Colón, que estaba allí, lo pudiese evitar; y aún, si no se hubiese retirado con algunos criados suyos a la fortaleza, habría corrido peligro, no obstante que en el proceso que sobre esto se instruyó luego, hubo quienes dijeron que el alcalde Roldán le prometió obediencia con tal de que se declarase contra su hermano. Pero no aceptando él esto, ni pudiendo Roldán hacerle mayor daño, temeroso del socorro que le llegaba del Adelantado, se marchó de la villa con todos los rebeldes; y dando en los ganados que pacían por el contorno mataron cuantas reses quisieron, para comérselas, y se proveyeron para el camino de animales de carga, con resolución de ir a la provincia de Xaraguá, de donde hacía poco que era llegado el Adelantado, con ánimo de quedarse allí, por ser la región más rica y deliciosa de la isla, sus indios, más discretos y avisados que los de otros pueblos de la Española, y especialmente, por ser las mujeres de allí mucho más hermosas y de agradable trato, que en otra parte; y esto era lo que más les incitaba para irse a Xaraguá.
Mas para no ir sin probar sus fuerzas antes que el Adelantado aumentase las suyas y les diese justo castigo, determinaron pasar por la villa de la Concepción, tomarla de improviso y matar al Adelantado, que estaba en ella; y si esto no les salía bien, asediarlo. El Adelantado, avisado de ello, se preparó para la defensa, animando a los suyos con palabras y ofreciéndoles muchas mercedes y dos esclavos a cada uno, para su servicio, porque presentía que la mayor parte de los que tenía consigo juzgaban tan buena la vida que Roldán prometía a los suyos, que muchos de ellos escuchaban a los mensajeros de éste. Por lo cual, habiendo concebido Roldán la esperanza de que muy luego se le pasarían todos a su bando, se atrevió a emprender y continuar aquella empresa, la cual no le salió según su propósito, porque el Adelantado, a más de estar prevenido, según hemos dicho, era hombre de gran valor, tenía la gente más firme a su devoción, y había resuelto hacer con las armas lo que con razones y prudencia no había podido concluir. Por lo que, reunida su gente, salió de aquella tierra, para acometerle en el camino.